Es una historia muy hermosa de niños que dejan sus padres en un kínder
que mas bien a mi me parece un orfanato. El jardín de niños en el que se
encuentran es un lugar donde viven, es como su hogar, se bañan, comen, van a
clases, hacen actividades lúdicas, se divierten pero son estrictos, y con unas
ideas muy extrañas ya que siguen conceptos muy diferentes a lo que
viéramos en un kínder de México.
En este filme los niños tienen que estar bien limpios y ellas se
encargan de lavarles las pompas antes de dormir. Existe un control total del
niño; desde sus horarios para comer y dormir hasta para defecar. La película
se llama pequeñas rosas rojas porque ellas ayudan a educar “estandarizar”
a los niños a través del premio y el castigo, si hacían al pie de la letra lo
que la maestra ordenaba el pequeño se ganaba una flor roja, si no cumplía, la
perdía.
Quiang es un niño de 4 años en la China de 1949, es trasladado a un
Instituto de Beijing porque sus padres están demasiado ocupados por su trabajo.
Es un chiquillo rebelde y muy travieso, no le gusta seguir ordenes y es muy
pícaro con las niñas, se hace en la cama, no sabe cambiarse, pero con la ayuda
de dos compañeritas el sale adelante. Tiene problemas con seguir reglas, no le
gusta nada de escuela, no pone atención. Qiang trata de ser buen alumno pero
nunca lo consigue.
En fin, Quiang tiene que lidiar con la vida del internado, para él es
muy difícil acoplarse. Va rápidamente de la etapa de llanto desconsolado
a la desobediencia. Cuando esto sucede, en un intento por encarrilarlo, primero
es severamente castigado, después indiscriminadamente ignorado, en este punto
la situación se vuelve muy complicada.
Es una película simbólica, revolucionaria y de rebeldía ante lo
impuesto, ante la domesticación. El filme tiene varias lecturas que tienen que
ver con la educación autoritaria, el espíritu de rebeldía, el aspecto social:
padres muy ocupados, similitud escuela-ejercito entre otras.